13 octubre 2015

Alguna vez tuve un mechón de pelo rubio y me aburrí después de un mes. Por ese entonces necesité irme muy lejos para poder despegarme de las cosas que tenía muy cerca. Tuve que estar a 7 mil metros de altura para poner los pies sobre la tierra. Respiré fuerte el olor a lluvia sobre un campo de lavanda, y con los ojos bien abiertos por primera vez, saboreé la melancolía prematura de los finales inevitables. Fui y volví. Enseñé y me enseñaron. Dejé y me dejaron. Sonreí hasta que me dolió toda la cara. Lloré hasta quedarme dormida. Esperé palabras que no me dijeron y recibí otras cuantas que no esperaba. Y aprendí cosas sobre la inmensidad el día que temblé cuando al soplar, derribé una ciudad entera.


30 julio 2015

Irreversible

Puse el mismo disco todos los días a las nueve antes que la resiliencia me obligara a levantarme.
Inventé un rompecabezas en donde no encaja ninguna pieza para no tener que terminarlo, y tuve que sacar todas las plantas de mi casa para no acostumbrarme a ver morir las flores en invierno.
En mi mesa sigue habiendo dos copas de vino aunque cene sola. Y aún así, me emborracho demasiado poco.
Una vez alguien se animo a decirlo y agradezco: el tiempo no cura nada.




26 junio 2015

Una señal

¿Por qué conservarías tantos meses esa carta sobre el escritorio?  La pregunta te sonó violenta, casi sentiste que te abría la puerta mientras estabas en el baño. Creeme que mi naturalidad fue sincera, que sólo me preguntaba porqué conservarías una carta de amor ahí y no en un cajón, por ejemplo. Entonces supe que era la misma vieja historia de siempre, la historia de quien no quiere soltar lo que ya no da para más. Creeme que mis intenciones eran buenas, y que tu cara de espanto al ver mi mano sobre ese papel fue la señal ineludible de que tenía que huir. Huir y pronto, de quien se ata a un pasado y se condena a si mismo a vivir de la nostalgia de añorar lo que pudo ser y no fue. Creeme que dejé la carta apoyada en el mismo lugar donde la encontré solo porque respeto la vulnerabilidad de la desnudez. Me quise reír de ternura, pero en lugar de risa, no hubo nada.