Y la próxima vez que la princesa Isabel se tope con William Wallace, quizás, tal vez, empiecen a terminar lo que alguna vez fue un intento de un principio de algo que terminó en un ronquido desde un colchón; lejos de tocarse los pies o dormir en cucharita, lejos de que se cansen de los rayos del sol quemándoles la cara una mañana en alguna playa, o en su defecto, en una cama con un ventanal que olvidaron abierto después de una noche en la que poco importó absolutamente todo.
Y usualmente, éstas cosas, suelen pasar.
Y usualmente, éstas cosas, suelen pasar.