07 octubre 2010

Rata de callejón

[Existen personas que nos iluminan el día: con tan solo verlos, un torbellino de colores nos recorre de punta a punta. Y como todo en la vida, es necesario generar un equilibrio; por lo cual existen otras, que con acercarse a 2 metros de distancia, nos provocan tal rechazo que deseariamos solamente desaparecer. Convivir diariamente con una persona así puede ser desgastante.]


Me saca hasta el hambre que te me acerques, me da escalofríos si me preguntás como estoy. Mucho más si incluís cuestionamientos sobre mi vida o mi andar. Detesto si me halagás, más cuando usás esos calificativos que saliendo de tu boca suenan aún peor de lo que son.

Repulsivo imaginar la saliva corriendo por la yugular de tu mujer, esa pobre infeliz que tiene de marido a un zángano asqueroso, baboso, impune, sediento de carne fresca que olfatea con deseo mientras un hilo de líquido viscoso le chorrea del labio inferior.

No me digas linda, no me digas hermosa, no me digas belleza, no me digas, no me digas nada, mejor aún si evitás dirigirme la palabra. No me importa si te parece que me queda mejor el blanco que el negro, ni me importan tus comentarios acerca de mi nuevo corte de pelo o el color de mis uñas. Si te cruzo en un pasillo ni me entero, no sonrías buscando una respuesta porque es lo último que vas a encontrar saliendo de mi cara, gracias a que con todo el esfuerzo del mundo logro saludarte todas las mañanas.

No me hagas preguntas, no me pidas respuestas, no me hagas favores porque, te conozco, tu todo miserable te condena a ser una rata de callejón, un animalejo repugnante que se alimenta de sobras y huye hacia el rincón más podrido de la ciudad temiendo que le roben las migas.
Miserble, lástima me da que tengas que roer todo lo que está a tu alcance para conseguir un pedazo de vida, un poco de aprobación externa. Y que mas triste que aceptar que es tu único medio para sentirte parte del todo, de un todo que no te corresponde. Que no te va a corresponder tampoco.


06 octubre 2010

En esos días en los que el sol me nubla la vista, lo único que consigo imaginarme es una serpiente violeta dibujada en mi ombligo.

Tan violento como que me soplen la velita de la torta el día de mi cumpleaños.