13 febrero 2014

Once segundos

Laura se toca el pelo. Hunde sus dedos con frenesí en la maraña de nudos con olor a cloro, y siente el calor en las orejas enrojecidas por el sol de enero mientras piensa para sí que el verano tiene magia.
El club, la pileta y sus amigas son los cimientos que construyen la superficie que la mantiene firme ante los nervios de una promesa que hizo horas atrás.
Laura mira las nubes y se hace la distraída cuando ve que la sombra de Lucas asoma sobre su hombro anticipando su llegada. Sabe que en el próximo pestañeo va a sentir una mano en su pelo, y que inmediatamente después, él va a sentarse junto a ella y reclamarle la prueba definitiva de amor.
La mitad de una plancha de goma eva azul protege su recién estrenada bikini naranja del áspero suelo de ladrillo. La intuición de Laura no falla y Lucas se acomoda a su izquierda mientras un toallón playero de paisaje caribeño a modo de carpa los despeina a ambos y llena de olor a humedad el estrecho ángulo que separa sus rostros enfrentados.
Laura cuenta uno, dos y se limita a sonreír, porque antes de llegar a tres la nariz de Lucas roza su mejilla y los labios le dejan de temblar. Siente el pelo mojado  pegado en la cara, le da risa mirar una cara tan próxima a la suya iluminada apenas por la luz de un sol de mediodía que se filtra por el toallón, aguanta un poco la respiración para evadir el hedor que aplasta su cabeza, y siente que su título de nena ya no le corresponde. Llega a contar hasta once y  nuevamente el aire fresco choca en su boca tibia y mojada.
Once segundos duró su primer beso.