Cansada de las adjetivaciones, del atropello de la A, que en el intento de abarcar hasta el abismo con la anchura de sus rectas, corta el pecho como una lanza que atraviesa.
Ya no lloro, lluevo. Cansada de que me callen, de yacer en silencio.
Estaqueada a una definición estática, cansada, sin entereza propia, me pregunto: ¿Esto soy?
Cansada de buscar en la L un lazo entre la restricción abecedaria y la levedad, una licencia para levitar libre de categorías.
Cansada de que resuene en mi mente la E, de empobrecer mi existencia encasillandome en un ejército de letras que desfilan con elegancia de emperatriz encantada.
Cansada de la nocividad de la nómina, me niego a nombrarme con un nombre.
LLámenme como quieran. Nadie, nunca o nada.
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