Lástima que siempre me de cuenta tarde de lavar la fruta con agua y jabón, posiblemente también con un poco de removedor, para no morder el gusano que habita en el interior cerca de las semillas, ahí donde verdaderamente está el sabor que caracteriza todo por lo que es cuando queda machucada esa cáscara brillante, con el chasco en la boca de llevarse a los jugos gástricos la pataleta de la decepción.
Lástima también que compre la fruta de oferta para hacer mi mejor postre.
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